Manos Peligrosas
Hay directores que filman historias, y otros que filman impulsos. Samuel Fuller pertenece a la segunda especie. Manos Peligrosas es un recordatorio brutal de que el cine negro no necesita laberintos psicológicos ni detectives atormentados para funcionar: basta un carterista, una mujer en problemas y un pedazo de microfilm capaz de incendiar la Guerra Fría. Fuller lo sabía y explotó esa premisa con el pulso vibrante de quien entiende que el suspenso también es un acto de sinceridad.
Una frialdad casi insolente
La película se mueve con una frialdad casi insolente. Richard Widmark interpreta a Skip McCoy como un depredador urbano: silencioso, rápido, moralmente ambiguo. No es un héroe ni pretende serlo; es un tipo que quiere sobrevivir sin deberle nada a nadie. En el papel de Candy, Jean Peters aporta una mezcla de dureza y vulnerabilidad que deja claro que nadie en el universo Fuller está realmente a salvo. Y en medio de ambos, la maravillosa Thelma Ritter —una especie de mamá callejera del bajo mundo— ofrece el corazón que la trama intenta quitarle a cada golpe.
Fuller y el noir sin anestesia
Fuller filma callejones, departamentos mugrientos y vagones de metro como si fueran trincheras. No hay glamour, no hay romanticismo del crimen: solo cuerpos negociando espacio, respirando peligro. Sus diálogos, cortantes como navajas, desarman cualquier pretensión de suavidad. Es un noir “a la Fuller”: directo, áspero, cínico y extrañamente humano.
Lo que convierte a Manos Peligrosas en algo más que un thriller de espionaje barato es la manera en que Fuller cuestiona el patriotismo, la paranoia y la moral de supervivencia. Skip no colabora con nadie por principios políticos; lo hace por conveniencia. La película no celebra héroes: evidencia lo frágiles que son las lealtades cuando la vida se juega en billetes, miedo y oportunidades.
Pickup on South Street sigue siendo, a más de medio siglo, una pieza afilada, incómoda y moderna. Fuller demuestra que el noir funciona mejor cuando no pide permiso, cuando muestra la ciudad como un campo de batalla y cuando recuerda que, en las sombras, todos buscan algo—dinero, redención o simplemente salir vivos.