En la última década, la televisión por streaming ha revolucionado la forma en que consumimos
contenidos, gracias al poder de los datos y las tecnologías digitales. Lo que antes era una
experiencia lineal y pasiva, hoy es un entorno dinámico, interactivo y hecho a la medida de cada
espectador. Esta transformación no solo cambió la pantalla, sino también nuestra relación con la
cultura, los medios y la tecnología.
Este cambio, alimentado por el poder de los datos, no solo ha alterado la forma en que se
produce y distribuye el contenido, sino que también plantea preguntas éticas y culturales que
merecen una reflexión profunda.
Sin embargo, esta revolución no está exenta de desafíos. La recolección masiva de datos plantea preocupaciones sobre la privacidad. Tecnologías como el Reconocimiento Automático de Contenidos (ACR, por sus siglas en inglés) permiten a los televisores inteligentes monitorear lo que vemos, incluso cuando el contenido proviene de dispositivos externos. Estos datos, a menudo compartidos con fabricantes o terceros, alimentan un ciclo de publicidad dirigida que puede sentirse invasivo. Como reveló un usuario en X, los televisores modernos actúan como "un Shazam" que detecta y registra nuestras preferencias, lo que subraya la necesidad de una mayor transparencia en el uso de estos datos.
Además, la convergencia mediática ha difuminado las líneas entre la televisión tradicional y las plataformas digitales. Los informativos televisivos, por ejemplo, han adoptado estructuras narrativas más dinámicas, influenciadas por la inmediatez de las redes sociales y la interactividad de los medios digitales. Sin embargo, esta evolución también ha intensificado la lucha contra la desinformación. En un entorno donde las noticias falsas se propagan rápidamente, la capacidad de los medios para verificar datos y mantener la ética periodística es más crucial que nunca. La confianza pública en la televisión como fuente de información depende de su compromiso con la veracidad y la objetividad.
Desde una perspectiva cultural, la televisión en la era de los datos también está democratizando la creación de contenidos. Las audiencias ya no son meros espectadores; plataformas como YouTube y TikTok han empoderado a los usuarios para producir y compartir sus propias historias, desafiando el monopolio de los grandes medios. Este fenómeno, descrito como una "convergencia cultural", permite que las voces marginadas encuentren un espacio, pero también genera tensiones sobre la credibilidad y la calidad del contenido. Los "newsfluencers", creadores digitales que combinan entretenimiento con información, están redefiniendo el periodismo, obligando a los medios tradicionales a adaptarse o arriesgarse a quedar obsoletos
En este contexto, los medios de comunicación universitarios y educativos tienen una oportunidad única. Al priorizar la innovación y la experimentación, pueden liderar el camino hacia una televisión que no solo entretenga, sino que también eduque y fomente el pensamiento crítico. La producción de contenidos culturales y científicos, respaldada por datos bien utilizados, podría recuperar el espacio perdido por la programación educativa en favor de formatos comerciales
A medida que navegamos por esta era de convergencia entre televisión, datos y tecnología, es imperativo que reflexionemos sobre el impacto cultural de estas transformaciones. Los datos pueden ser una herramienta poderosa para conectar a las audiencias con historias significativas, pero también deben manejarse con responsabilidad para proteger la privacidad y promover una cultura mediática ética. La televisión del futuro no solo será un reflejo de nuestras preferencias, sino también un espejo de los valores que decidamos priorizar como sociedad.