En el corazón de Roma, se alza uno de los íconos más poderosos del mundo antiguo: el Coliseo Romano. También conocido como el Anfiteatro Flavio, fue inaugurado en el año 80 d.C. durante el reinado del emperador Tito, y es considerado una de las obras maestras de la ingeniería romana.
Con más de 50 metros de altura y capacidad para alrededor de 50 mil espectadores, el Coliseo fue el epicentro del entretenimiento en el Imperio Romano. En su interior se celebraban gladiadores, cacerías de animales salvajes, y hasta batallas navales simuladas, gracias a un complejo sistema que permitía inundar la arena.
Su estructura de piedra y hormigón, dividida en niveles y decorada con columnas de los órdenes dórico, jónico y corintio, demuestra la grandeza y precisión de la arquitectura romana. Además, su diseño influyó en estadios modernos y sigue asombrando a ingenieros y arqueólogos hasta el día de hoy.
A lo largo de los siglos, el Coliseo sufrió daños por terremotos, saqueos y el paso del tiempo. Sin embargo, ha resistido como símbolo de la fuerza, la historia y la identidad de Roma.
Hoy, es uno de los monumentos más visitados del mundo, atrayendo a millones de turistas cada año. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo, el Coliseo no solo guarda ruinas: guarda siglos de historias, leyendas y memoria viva del imperio que alguna vez dominó el mundo.