Sam Altman: de Silicon Valley a las Calles del Mundo
Imagina un mundo donde una máquina no solo responde preguntas, sino que escribe poemas, genera
guiones de teatro y hasta debate sobre el sentido de la vida. No es ciencia ficción: es ChatGPT,
el chatbot que irrumpió en 2022 y que, tres años después, ha transformado la forma en que
creamos, aprendemos y nos expresamos.
Detrás de esta revolución está Sam Altman, un emprendedor
de 40 años que abandonó la universidad para perseguir sueños audaces. En este reportaje,
exploramos no solo la trayectoria de Altman, sino el impacto cultural de su creación: un doble
filo que ilumina y eclipsa el arte, la literatura y la educación.
¿Es ChatGPT un muso digital o
un ladrón de almas creativas?
El Niño Prodigio que Desarmaba Computadoras
Samuel Harris Altman nació en 1985 en Chicago, en una familia judía de clase media. Desde los ocho años, desarmaba computadoras Macintosh y programaba en BASIC, fascinado por el poder de las máquinas para simular la mente humana. La tecnología era su escape y le ayudó a explorar su identidad en una época conservadora. Abandonó Stanford en 2005, convencido de que el mundo real era un mejor profesor. Fundó Loopt, una app de geolocalización que vendió por 43 millones de dólares en 2012, y se unió a Y Combinator, la meca de startups donde impulsó gigantes como Airbnb y Dropbox.
Desarrollar una Inteligencia Artificial General
Pero el verdadero giro llegó en 2012, cuando leyó un paper de Geoffrey Hinton sobre redes neuronales. Tres años después, en 2015, cofundó OpenAI con Elon Musk, Ilya Sutskever y Greg Brockman. La misión: desarrollar una Inteligencia Artificial General (AGI) segura para la humanidad, no para lucro. Musk aportó millones, pero tensiones ideológicas lo llevaron a irse en 2018. Altman, entonces presidente, tomó las riendas en 2019 como CEO, transformando OpenAI en un híbrido for-profit para atraer inversiones masivas de Microsoft.
De GPT a la Explosión de ChatGPT
OpenAI no inventó la IA, pero la democratizó. En 2018 lanzaron GPT-1, un modelo que generaba texto coherente; GPT-2 en 2019, tan avanzado que temieron su mal uso; GPT-3 en 2020, capaz de ensayos fluidos; y GPT-3.5 en 2022, el corazón de ChatGPT. El 30 de noviembre de 2022, sin fanfarria ni aviso a la junta, Altman liberó ChatGPT al mundo: un chatbot gratuito, accesible vía web. El resultado: un millón de usuarios en cinco días, 100 millones en dos meses. El producto de consumo más rápido en la historia.
Despedido por falta de transparencia
Pero el camino no fue lineal. En noviembre de 2023, Altman fue despedido abruptamente por la junta por "falta de transparencia" —incluyendo no avisar del lanzamiento de ChatGPT—. Días después, una rebelión de empleados y el apoyo de Microsoft lo reinstalaron, disolviendo la junta. Hoy, con GPT-4 y más allá, OpenAI vale miles de millones. Dice que la AGI es imparable, pero hay que guiarla. Sueña con una IA que financie un ingreso básico universal, liberando a la humanidad de trabajos repetitivos.
¿Arte o plagio?
ChatGPT no es solo una herramienta técnica; es un catalizador cultural. En literatura, genera relatos en segundos: pide "una novela al estilo de Borges" y obtienes laberintos infinitos de palabras. Escritores como Salman Rushdie lo ven como muso: "Ayuda a superar bloqueos", dice. Pero otros, como el guionista de Hollywood Franklin Leonard, lo llaman "el fin de la originalidad". En 2023, demandas colectivas de ilustradores y músicos contra OpenAI por uso no consentido de datos para entrenar modelos inundaron tribunales. En los Sony World Photography Awards, fotos generadas por IA generaron escándalo: ¿arte o plagio?
En el arte visual, DALL-E (otro producto de OpenAI) crea imágenes hiperrealistas, inspirando exposiciones como "AI Dreams" en el MoMA de 2024. Pero el impacto es ambivalente: un estudio de 2023 en Komputer Sapiens destaca cómo ChatGPT acelera guiones teatrales, pero diluye la "autenticidad humana". En redes como X, artistas debaten: "ChatGPT sabe que Shakira trasciende streams; es impacto cultural puro", tuiteó un fan en 2025, contrastando ventas físicas con algoritmos. Y en Beijing, carritos autónomos de helados en el distrito 798 usan IA para "leer" multitudes, fusionando tecnología con street art.
En educación, ChatGPT es un terremoto. Un estudio de la Universidad Iberoamericana de Puebla (2025) revela que hombres lo usan más para tareas prácticas, mientras mujeres priorizan ética y aprendizaje profundo. En Lengua y Literatura, talleres en Ecuador muestran que enriquece lecturas personalizadas y ensayos, mejorando competencias en un 30% según pruebas pre/post. Profesores como Sebastián Barajas de Ubiqum advierten en podcasts: "Cambia la educación en España; no es pánico, es adaptación".
Promesas, riesgos y la era sin humanos
Sin embargo, el lado oscuro acecha: plagio masivo, con herramientas como Turnitin luchando por detectarlo. En 2023, la UNESCO urgió regulaciones éticas, temiendo "ansiedad inducida por IA" y brechas digitales. Una revisión en RIED (2025) analiza 16 artículos: oportunidades en tutorías virtuales, pero retos en equidad —países en desarrollo rezagados. En México, un diagnóstico en 10 universidades (2025) muestra que estudiantes de pedagogía lo ven como "aliado responsable", pero piden guías éticas.
Sam Altman no es un villano de película; es un optimista cauto. "ChatGPT es limitado, pero crea una ilusión de grandeza", tuiteó en 2022. Su visión: IA como "ley de Moore para todo", multiplicando el progreso humano. Críticos lo acusan de hipocresía —despidió a quien cuestionó la velocidad de lanzamientos—, pero su reinstalación en 2023 selló su dominio.